La performance de necesidad y urgencia

Bernardo Vitta (*)

Por decreto de necesidad y urgencia la actividad en todas las salas de teatro está suspendida hace varios días, es una medida del Poder Ejecutivo amparada en la declaración de emergencia pública en materia sanitaria, es una medida que no tiene ni podrá tener resistencia en ningún Amparo, ni Habeas Corpus, ni defensa legitimada en ningún Derecho Humano. La etimología de “suspendido” es algo así como “estar colgado desde abajo” Pues así estamos, como los murciélagos culpables pendiendo boca abajo. En la ciudad de Buenos Aires nos suspendieron incluso antes que a las actividades de culto. A los fines jurídicos una suspensión es lo mismo que una prohibición en cuanto a que nos obliga a no hacer, no podemos abrir los teatros, no podemos ensayar obras, no podemos estrenar, no podemos ir a ver nada, no podemos transpirar juntxs. Hoy el teatro es ilegal. Las normas tienen una función performativa, al mismo tiempo dicen y hacen, hoy solo hay una performance, la que manda el Estado, y todxs la performamos. Ninguna norma prohíbe el teatro en sí pero ¿qué es el teatro en sí? ¿Qué nos queda estando colgados boca abajo? En estas condiciones no creo que se pueda inventar ningún nuevo teatro, esta no es una regla que nos permita inventar nada. Un teatro legal, hoy, solo puede reproducir la misma performance, la del decreto de necesidad y urgencia que nos obliga a no hacer.

Me pregunto ¿cuál es la necesidad y urgencia de lxs teatrxs? A mi me parece que, más que un teatro nuevo y legal, nuestra necesidad y urgencia es volver a nuestra única norma y ésta creo que es una norma paradójica porque deja de ser UNA y se dinamita apenas se nombra. No es la norma universal de lo claro y lo distinto es, en todo caso, la norma de las multiplicidades y opacidades, que produce diferencias, ligada al deseo, que nos convoca a inventar sentidos a partir de los encuentros de lxs cuerpxs, que inventa comunidades diversas. No es deseable volver a la normalidad, pero sí a esta norma paradojal del teatro y los teatros. Mas allá del estado y más acá de los teatros, la necesidad y urgencia, creo, es profundizar la relación ética-estética, y desde ahí sí pensar lo nuevo, y desde ahí desujetarnos, crear, profundizar y visibilizar otras ontologías, otras metodologías, otras macro y micropolíticas y, por qué no, hacer que toda esta potencia quiebre el confinamiento de la posibilidad de crear en los ámbitos exclusivamente “artísticos” porque ya vemos esto de crear, extinguir, transformar, transmutar no es otra cosa que la ética de la vida, ¿no será el Derecho y todo lo demás lo que tendría que reinventarse de un modo mas teatral? En todo caso, si hay cosas que transformar del teatro, son cosas que venían de antes del virus como, por ejemplo, el confinamiento en el que estamos muchos teatros independientes y sus obras aún en un marco legal, la cuestión de los públicos hoy ávidos de ficción pero, mañana, ¿van a desbordar los teatros?

Me parece un buen momento para resaltar, en estos días en que los cuerpos solo se pueden encontrar en situaciones tristes o de consumo, que hoy no hay teatro legal posible, y que tenemos que encontrar modos de que el teatro retorne aún más viejo, inútil, aparatoso, contagioso, excesivo, rudimentario, pagano, festivo, anárquico y común. Provocar encuentros tan potentes por los que valga la pena contagiarse algún virus y, por qué no, quebrar la ley.

(*) Bernardo Vitta es actor, abogado (UNR) e investigador en Filosofía del Derecho. Estudió la tecnicatura en actuación en la Escuela Provincial de Teatro y Títeres de Rosario, y Artes Dramáticas en la Universidad Nacional de las Artes. Forma parte de Sala de Máquinas, espacio integrante de ESCENA (Espacios Escénicos Autónomos).

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